Keuruwitɨa el lugar donde esta prohibido no bailar, seas quien seas, edad que tengas.

 En el vasto territorio de la Sierra Madre Occidental de México, entre los picos montañosos y los valles serpenteantes, reside un lugar sagrado llamado Keuruwitɨa. Para nosotros, los Wixaritari, este sitio no es solo un espacio físico; es un reino de conexión espiritual, donde la danza se entrelaza con la esencia misma de nuestra existencia.

Fotografía de la preparación de la danza en Keuruwitia
Fotografía de la preparación de la danza en Keuruwitia


En nuestra cosmología, Keuruwitɨa es más que un simple lugar geográfico; es un reino etéreo, un portal hacia el mundo de los dioses y espíritus ancestrales. Aquí, la tierra respira con la energía de nuestros antepasados, y el viento susurra los secretos de la creación. En Keuruwitɨa, nos sumergimos en el trance del peyote, una planta sagrada que abre las puertas de la percepción y nos permite comunicarnos con los dioses.


En este santuario natural, existe una regla sagrada que ha sido transmitida a través de generaciones: está prohibido no bailar. La danza es el lenguaje de nuestro pueblo, la forma en que honramos a nuestros dioses, a la naturaleza y a nosotros mismos. En Keuruwitɨa, cada paso, cada movimiento, es una ofrenda al universo, una expresión de gratitud por la vida y la fertilidad que nos rodea.


La danza en Keuruwitɨa es más que un simple acto de entretenimiento; es una ceremonia sagrada que nos conecta con lo divino. Cuando bailamos, nos convertimos en vasijas de energía cósmica, canalizando la fuerza vital que fluye a través de nosotros y alimenta el universo entero. En cada giro, invocamos la lluvia para nutrir la tierra, en cada salto, pedimos protección a los espíritus guardianes de la montaña.


La música que acompaña nuestra danza es el latido del corazón de la naturaleza, el ritmo primordial que da vida a todas las cosas. Los tambores resuenan con el pulso de la tierra, las flautas emiten melodías que evocan los susurros del viento. En Keuruwitɨa, la música y la danza son una sola entidad, una sinfonía de movimiento y sonido que eleva el espíritu y libera el alma.


Pero más allá de la belleza estética de la danza, en Keuruwitɨa reconocemos su poder sanador y transformador. Cuando danzamos, liberamos las energías negativas que nos afligen, purificando nuestros cuerpos y almas. La danza es un acto de liberación, un medio para encontrar la armonía interna y la paz espiritual.


En este lugar sagrado, la prohibición de no bailar es más que una simple regla; es un recordatorio de nuestra conexión con el universo y con nosotros mismos. En Keuruwitɨa, la danza es la manifestación física de nuestra espiritualidad, la encarnación de nuestra identidad como pueblo Wixarika. Aquí, en este reino de reverencia y devoción, la danza es sagrada, y bailar es nuestro más alto honor.





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